lunes, 15 de julio de 2013

ensayo final

 La muerte en Tres libros.
El siguiente texto tiene como objetivo lograr que el tema de la muerte sea explicado (como concepto), asimismo, exponer cómo es que el tema de la muerte recorre los tres libros que leímos en el taller de artes literarias, es decir, describiré la significación (desde mi interpretación), que le da cada libro respecto al tema de la muerte.
Primeramente, proporcionaré la definición de muerte que escogí para elaborar la relación de la muerte y los tres libros; cabe señalar, que para definir el concepto me sustento,  desde la real academia española  y del libro  “El amor, las mujeres, la muerte y otros ensayos” de Arthur Schopenhauer, que considero sirven para desarrollar mi tema.
Después, diré cuál es la relación de la muerte en los tres libros: Pedro Parado de Juan Rulfo, Los de Debajo de Mariano azuela y Crónica de una muerte anunciada; y luego, en cada uno, para terminar con mis conclusiones.
Antes de iniciar, quiero mencionar que escogí el tema de la muerte por dos razones; la primera, porque es un tema muy cotidiano y con distintos significados; y la segunda, tiene que ver con  el ímpetu que le tengo a la muerte.
Por otra parte, en el contenido de cada novela se presenta el tema de la muerte, pero de distinta intensidad y forma. En lo general la muerte se manifiesta en los tres libros, porque son novelas que describen distintas realidades y diferentes formas de significación hacia la muerte. Por lo tanto, al narrar cada novela una realidad humana con su respectivo contexto, están forzosamente relacionadas con la muerte, dado que, el significado de la muerte es totalmente humano. Por muy distantes que nos consideremos de la muerte, al final somos inseparables de ella. Nacimiento y muerte pertenecen igualmente a la vida y se contraponen. El uno es la condición de la otra, forman los dos extremos, los dos polos de todas las manifestaciones de la vida[1]. Entonces, por el simple hecho de describir cada novela una cultura en particular, está explícito el tema de la muerte.
Una vez, que he dado el por qué escogí el tema de la muerte y cómo es que recorre los tres libros, es momento de hacerlo en cada libro. Comenzaré siguiendo el orden que llevamos en el taller de artes literarias.
En primer lugar, Pedro Páramo; de los tres libros, es el más nutrido del tema de la muerte. Es una interpretación de cómo en un pueblo (Comala) de México se le da significación a la muerte, por ejemplo, la novela inicia diciendo que Juan Preciado  fue a Comala, porque prometió que cuándo muriera su madre iría a Comala a buscar al esposo de su madre (padre de Juan Preciado), y termina con la muerte de Pedro Paramo:
Ejemplo: inicio de la novela.
VINE A COMALA porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo –me recomendó-. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas[2].
Ejemplo: fin de la novela.
    Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayo, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras[3].

 Como lo mostré en párrafos anteriores al leer  la novela “Pedro Páramo”, es evidente que en el inicio y el final este presente la muerte de alguien, ya que, la muerte de la madre de Juan Preciado desata toda la historia de la novela y, para tan fascínate novela no puede a ver mejor final que la muerte de Pedro Páramo.
Por otra parte, también la novela da muestra de la relación intrínseca entre vida y muerte que tenemos los mexicanos. Nuestra cultura nos hace pensar que las personas al morir no del todo desaparecen, creemos que el alma puede ir y venir de dos mundos, incluso, el dos de noviembre celebramos a los santos muertos. En lo que concierne a la novela, Juan Rulfo representa esta relación en varios sucesos de la novela, según mi opinión, los sucesos más interesantes son cuando Eduviges Dyada entabla conversación con las ánimas; para muestra, están los siguientes dos fragmentos:
Fragmento uno.
-¿De modo que usted es hijo de ella?
-¿De quién? –respondí.
-De Doloritas.
-Sí, ¿pero cómo lo sabe?
-Ella me avisó que usted vendría. Y hoy precisamente. Que llegaría hoy.
-¿Quién? ¿Mi madre?
-Sí. Ella.
Ya no supe qué pensar. Ni ella me dejó en qué pensar:
-Éste es su cuarto –me dijo.
No tenía puertas, solamente aquella por donde habíamos entrado. Encendió la vela y lo vi vacío.
-Aquí no hay dónde acostarse –le dije.
-No se preocupe por eso. Usted ha de venir cansado y el sueño es muy buen colchón para el cansancio. Ya mañana le arreglaré su cama. Como usted sabe, no es fácil ajuarear las cosas en un dos por tres. Para eso hay que estar prevenido, y la madre de usted no me avisó sino hasta ahora.


-Mi madre –dije -, mi madre ya murió.
-Entonces esa fue la causa de que su voz se oyera tan débil, como si hubiera tenido que atravesar una distancia muy larga para llegar hsat aquí. Ahora lo entiendo. ¿Y cuánto hace que murió?
-Hace ya siete días.
Fragmento dos.
-¿Qué pasó? –le dije a Miguel Páramo-. ¿Te dieron calabazas?
-No. Ella me sigue queriendo –me dijo-. Se me perdió el pueblo. Había mucha neblina o humo o no sé qué; pero sí sé que Contla no existe. Fui más allá, según mis cálculos, y no encontré nada. Vengo a contártelo a ti, porque tú me comprendes. Si se lo dijera a los demás de Comal dirían que estoy loco, como siempre han dicho que lo estoy.
-No. Loco no, Miguel. Debes estar muerto. Acuérdate que te dijeron que ese caballo te iba a matar algún día. Acuérdate, Miguel Páramo. Tal vez te pusiste a hacer locuras y eso ya es otra cosa.
-Sólo brinqué el lienzo de piedra que últimamente mandó poner mi padre. Hice que el Colorado lo brincara para no ir a dar ese rodeo tan largo que hay que hacer ahora para encontrar el camino. Sé que lo brinqué y después seguí corriendo; pero como te digo, na había más que humo y humo y humo.
-Mañana tu padre se torcerá de dolor –le dije-. Lo siento por él. Ahora vete y descansa en paz, Miguel. Te agradezco que hayas venido a despedirte de mí.
En definitiva, me la puedo pasar dando ejemplos de la novela en dónde se señale contenido referente a la muerte, porque, como lo dije al inicio es una novela cargada de expresar el valor simbólico de la muerte en una comunidad mexicana, en este caso Comala, pero el objetivo del documente es crear una línea que atraviese los tres libros con el tema de la muerte. Por tanto, en lo que concierne a la novela de Pedro Páramo, sólo me resta decir, que es excelente la forma en como Juan Rulfo, por medio de la realidad de un pueblo (Comala) con sus pocos habitantes y el cacique de este pueblo (Pedro Páramo), logra describir la relación y el simbolismo, que guarda el pueblo con la muerte. Además, la descripción que hace de las atmosferas hace que el lector sienta que va y viene de mundos lejanos; para ilustrar esto, esta lo que dice Juan Preciado en su primera noche en Comala. Me sentí en un mundo lejano y me dejé arrastrar[4]. Así pues, la novela de Rulfo no es sólo una de las obra maestras de la literatura mundial del siglo XX, sino uno de los libros que mejor puntualiza la significación de la muerte en los mexicanos.           
En segundo lugar, la novela: Los de Abajo de Mariano azuela, esta novela  nos regala una original visión de la Revolución, se podría decir que muestra la esencia de esta lucha armada.  El autor da una ruta distinta de esta lucha armada. Hace visible la rebelión, la fuerza y los ideales de la sociedad más marginada que lucho y gano la Revolución mexicana.
Por otro lado, en esta novela el tema de la muerte está inmerso de una forma respetuosa y lúdica. Pues durante toda la trama los personajes juegan con la muerte sin perderle el respeto. Saben que pueden burlarla, pero jamás escaparan de ella. Por ejemplo, el respeto que se le tiene a la muerte en esta novela se puede mirar cuando Anastasio Montañés le reza a sus compañeros que están colgados de un árbol:
Los federales habían regresado, y Demetrio recuperaba todos sus caballos, escondidos en la sierra.
De pronto, la Codorniz, que marchaba adelante, dio un grito: acaba de ver a los compañeros perdidos, pendientes de los brazos de un mezquite.
Eran ellos Serapio y Antonio. Los reconocieron y Anastasio Montañés rezó entre dientes:
-Padre nuestro que estás en los cielos…
-Amén–rumorearon los demás, con la cabeza inclinada y el sombrero sobre el pecho[5]
En cuanto a la forma lúdica de ver a la muerte, la podemos encontrar en la novela, cada vez que Demetrio y sus compañeros se enfrentan a los federales. Demetrio y sus hombres juegan con el enemigo y con la muerte.  Para ilustrar esto, está la escena cuándo la Codorniz trastea a los federales:
La Codorniz surgió de improviso, en cueros, con los calzones tendidos en actitud de torear a lo federales. Entonces comenzó la lluvia de proyectiles sobre la gente de Demetrio.
-¡Huy! ¡Huy! Parece que me echaron un panal de moscos en la cabeza      –dijo Anastasio Montañés, ya tendido entre las rocas y sin atreverse a levantar los ojos[6].
Finalmente, en el final de esta novela se ve puntualmente el respeto que hay hacia la muerte y su parte lúdica que tienen hacia ella, ya que, Demetrio enfrenta a los federales con juego, pero siempre respetando a la muerte:
Demetrio derrama lágrimas de rabia y de dolor cuando Anastasio resbala lentamente de su caballo sin exhalar una queja, y se queda tendido, inmóvil. Venancio cae a su lado, con el pecho horriblemente abierto por la ametralladora y el Meco se desbarranca y rueda al fondo del abismo. De repente Demetrio se encuentra solo. Las balas zumban en sus oídos como una granizada. Desmonta, arrástrarse por las rocas hasta encontrar un parapeto, coloca una piedra que le defienda la cabeza y, pecho a tierra , comienza a disparar….
Su puntería famosa lo llena de regocijo; donde pone el ojo pone la bala. Se acaba un cargador y mete otro nuevo. Y apunta…
La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como un crespón de nieve sobre la cabeza de una novia.
Y al pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa, como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil…[7] 


En tercer lugar,  Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, el titulo de esta novela lo dice todo, es decir, todo el tiempo la novela va narrando que van a matar a Santiago Nasar y por qué lo van a matar. Todo el pueblo se entera que lo van a matar, pero él se entera hasta que lo van a matar los hermanos Vicario.
Esta novela, es un ejemplo de que cuándo se sabe que van a matar a alguien, causa en las personas y en la comunidad interés y preocupación. Aquí la muerte es vista como el fin de todo y más cuando es por homicidio, es la acción más violenta hacia un humano. En otras palabras, la novela es una muestra de que la muerte por homicidio es violenta e impresionante, particularmente, la que sucede en esta novela:
-¡Hijos de puta! –gritó.
El cuchillo le atravesó la palma de la mano derecha, y luego se le hundió hasta el fondo en el costado. Todos oyeron si grito de dolor.
-¡Ay mi madre!
Pedro Vicario volvió a retirar el cuchillo con su pulso fiero de matarife, y le asentó un segundo golpe casi en el mismo lugar. “Lo raro es que el cuhillo volvió a salir limpio –declaró Pedro Vicario al instructor-. Le había dado por lo menos tres veces y no había una gota de sangre.” Santiago Nasar  se torció con los brazos cruzados sobre el vientre después de la tercera cuchillada, soltó un chillido de becerro, y trato de darles la espalda. Pablo Vicario, que estaba a su izquierda con el cuchillo curvo, le asentó entonces la única cuchillada en el lomo, y un chorro de sangre a alta presión le empapó la camisa. “olía como él”, me dijo. Tres veces herido de muerte, Santiago Nasar les dio otra vez el frente, y se apoyó de espaldas contra la puerta de su madre, sin la menor resistencia, como si sólo quisiera ayudar a que acabaran de matarlo por partes iguales. “No volvió a gritar –dijo Pedro Vicario al instructor-. Al contrario me pareció que se estaba riendo.” Entonces ambos siguieron acuchillándolo contra la puerta, con golpes alternos y fáciles, flotado en el remanso deslumbrante que encontraron del otro lado del miedo. No oyeron los gritos del pueblo espantado de su propio crimen…
En definitiva, personalmente pienso que el mejor ejemplo que da cuenta del tema de la muerte en Crónica de una muerte anunciada, es cuándo los hermanos Vicario acuchillan sin piedad  y sin control a Santiago Nasar, porque, la novela siempre nos está dirigiendo hacia la escena del homicidio, por lo tanto, esta es la acontecimiento que más representa el tema de la muerte, pero desde un crimen.
Como conclusión final, para mí, la novela de Pedro Páramo es la más cargada del tema de la muerte, porque, todo el tiempo Juan Rulfo describe atmosferas, personas, voces, pensamientos, acontecimientos, sentimientos, etcétera, para que pensemos constantemente en nuestro valor simbólico hacia la muerte; en cambio, en Los de Abajo sólo se refieren a ella cuándo Demetrio Macías y su gente entran y salen de combate con los federales, ya que, ahí se ve como se respeta y se juega con la muerte; y aunque la novela de Gabriel García Márquez es una tragedia, que como actor principal tiene a la muerte, no tiene la misma carga simbólica hacia la muerte como en Pedro Páramo, pues,  Crónica de una muerte anunciada sólo reduce el tema de la muerte en un homicidio, y por el contrario, en la novela de Rulfo el tema de la muerte es complejo y sublime.       



[1]Shopenhauer, Arthur, El amor, las mujeres y la muerte; y otro ensayos, Biblioteca Edaf. Pp. 107
[2] Rulfo, Juan, Pedro Páramo, Planeta. 2003. Pp. 9
[3] Idem. Pp. 123.
[4] Idem. Pp. 16.
[5] Azuela, Mariano, Los de Abajo, FCE, México, 2007. Pp. 18
[6] Idem. Pp. 16
[7] Idem. Pp. 150,151.

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