El cuento de un Histrión, que se come un
nopal, que lo convierte en Nahual
Allá
por el año de 1884, en el poblado de Tecomitl, ocurrió un seceso que marco la
historia del pueblo. Un domingo del mismo año a la media noche a la media
noche, Don Irineo y Don Dagoberto tocaban las pocas puestas de las casas de
Tecomitl.
-¡Pas! ¡Pas! ¡Pas!- fuertes palmadas propiciaba
Don Dagoberto a un portón de madera. Mientras que Irineo gritaba efusivo -¡salgan pronto que lo hemos
atrapado!
Mientras tanto, dentro de la casa Gelover despertaba
exaltando por el tremendo ruido que se estaba produciendo en la entrada de su
casa. Consternado por lo que escuchaba se vistió rápidamente con su cansón
largo de manta y un jorogo que le cubría hasta las rodillas, sombrero de palma
y huaraches. Prendió una vela y tomó su carabina.
-¡Mujer,
Anda levántate! ¡levántate! y quédate con los chamacos.
-¡Voy
a ver que carajos quieren esos viejos borrachos! -Le dice Bernabé a su mujer-
Bernabé, después de darle las instrucciones a su esposa
se dirige apresurado a la entrada principal de su casa, alumbrándose con la
vela que sostiene su mano izquierda y con la otra carabina ya cargada.
Antes de abrir pregunta:
-¿Qué
diablos quieren a esta hora? ¿Seguramente están borrachos?
-Sal
inmediatamente- Grita, Irineo –No estamos tomados y tenemos algo muy importante que
enseñarte-.
Bernabé se queda inmóvil y pensativo por unos instantes.
No sabe qué hacer. Finalmente abre precavidamente el portón. Lo primero que ve
es a Don Dagoberto de cuerpo entero, éste le dice –No tengas miedo, sal y mira-. Sin pensar, Bernabé abre toda la puerta y la cruza,
voltea y observa a Irineo que sujeta con su mano derecha una cuerda gruesa que
esta enrollada a la cosa que quieren mostrarle a Bernabé.
También Dagoberto tiene agarrado un tramo de cuerda que
de igual forma ata a la cosa. Atónito ante la imagen que ve Bernabé le pregunta
afligido a Don Irineo.
-¿Qué
han hecho?
-Hemos
terminado con el mal que castigaba al pueblo -Responde Dagoberto
–Pero
si serán brutos solo han desatado el castigo eterno para Tecomitl –les
dice Bernabé-.
Los tres hombres
comienzan a discutir, pero en cuestión de segundos la discusión paso a pelea.
Gritos, insultos e ideales se escuchan con gran intensidad hasta las demás
casas del pueblo. Pero solo los hombres salieron a ver, uno de ellos preguntó:
-¿Quiénes
y por qué están armando tremendo escándalo? –dice uno de los hombres.
Da un disparo en
el aire Guadalupe Blancas (el más poderoso del pueblo). Detienen bruscamente la
pelea entre Bernabé, Don Irineo y Don Dagoberto.
-¡Pos!
¡Qué hora son éstas para la fiesta! -Grita enérgicamente Guadalupe Blancas.
En el lugar de la pelea los hombres voltearon hacia los
otros, olvidándose de que peleaban. Los demás hombres junto con Guadalupe
Blancas se acercaron al lugar de la pelea, cuando llegaron todos se
sorprendieron y se quedaron mudos por un largo rato. Nadie dijo nada, miraban
atentos la cosa que estaba en el suelo amarrada con una larga y gruesa cuerda
que sujetaba Don Irineo y Don Dagoberto.
-¿Pero
qué cosa es eso? -pregunto uno de los hombres que llegaron con Guadalupe
Blancas.
-Es
el último Teconcatl[1]-Nahual
–responde Bernabé, dirigiéndose a todos los presentes-,
que sobrevivió, después de la matanza que hicieron los malditos federales y
españoles.
-¡Pero!
Qué estás diciendo Bernabé –grita efusivamente Guadalupe Blancas-
De todos los hombres ahí presentes Bernabé junto con su
familia, eran los únicos del pueblo, que se negaban a abandonar la cultura que
les habían heredado sus antepasados, seguían practicando su cultura, pero,
también se acoplaban a la cultura que el Estado les imponía.
-¡Qué!
han acabado con la identidad del pueblo –responde Bernabé-.
Lo que dijo Bernabé pareció un chiste, porque todos los
hombres soltaron una fuerte carcajada. Bernabé permaneció cayado y adolorido de
su del alma por la muerte del ultimo
Teconcatl-Nahual.
Bernabé, tomó con sus dos manos la carabina que trajo de
su casa, se la llevó hasta el pecho y enderezó su cuerpo hasta terminar con una
mirada de mando –
¡se van acordar de mí! –grita Bernabé a los hombres –cuándo sus tierras se
vuelvan infértiles, cuándo sus hijos los nieguen como familia y como pueblo. Ya
lo verán cobrones.
Esta vez los únicos que rieron fueron Irineo y Dagoberto,
los demás miraron firmemente a Bernabé y se quedaron pensativos por lo que
había dicho. El único que hablo fue Guadalupe Blancas –tú
estás loco Bernabé siempre lo has estado, además tu familia y tú hacen cosas
raras.
-¡Pos!
Sí estoy loco –contesto Bernabé –y pa’ que no haiga duda, yo mesmo me hare cargo del
Nahual.
-jajajajajaja
–los borrachos volvieron a reír –pa’ mí qué el Berna se quere quedar con nuestro trofeo
–dijo Irineo.
-¡Pos!
Será el sereno, -dice Guadalupe Blancas –sí, aquí el
Bernabé se quiere quedar con la bestia, pos que se la quede. Ese animal es cosa
del diablo.
Los borrachos, los
demás hombres y Bernabé no dijeron nada ante lo dicho por Guadalupe, dado que,
él mandaba en el pueblo. Ante el silencio que se produjo Guadalupe volvió a
ordenar –Ustedes par de borrachos se me largan pa’ sus casas y los
demás ayuden al loco de Bernabé a que meta esa cosa a su casa.
Nuevamente todos se
quedaron cayados, el primero en moverse fue Bernabé fue abrir por completo su
portón, mientras que lo demás hombre avanzaban inseguros hacia el Nahual.
Irineo y Dagoberto, ya se habían desatado del Nahual para después emprender
camino hacia sus casas………………………….
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